Transitar un mayo me resulta especialmente emotivo, en el
baúl de mi memoria indefectiblemente emergen hitos del tiempo que refieren al
mundo de los trabajadores. Sin duda que el 1 de mayo tiene una simbología estremecedora
para quienes nos sentimos definitivamente parte de la clase trabajadora, ay! de
aquellos que aún pululan por el mundo con sus confusiones a cuestas,
desdibujados de sus esencias, amputados de sus orígenes, sin lazos con un
pasado real difícilmente podrían ser individuos de plena conciencia, con
identidad fortalecida. Estos últimos, recursos indispensables para aspirar
sentirse orgullosos de lo que somos.
Si hay una idea posicionada en nuestro registro inmediato,
al menos para quienes tenemos la posibilidad de acceso a la información, es el
hito histórico conocido como “mayo francés”. Es posible que sepamos poco y nada
sobre ese hito, pero al menos nos suena, y lo relacionamos con la libertad, la
revolución, el pueblo en la calle enfrentando la opresión, en fin. No sé si es
asi, probablemente algunas de éstas cosas nada tienen que ver con el hecho real
y objetivo.
Por lo pronto, recuerdo haber leído testimonios al respecto,
que daban cuenta de un contexto económico determinado, con fuerte impacto en lo
político y por ende, en lo social. La clase trabajadora estaba padeciendo desde
algunos años antes de ese mayo del ´68 la pérdida de fuentes de trabajo, se
cuenta en millones los asalariados con un sueldo mínimo, el gran impulso que
toma la sociedad de consumo en ese momento, auspiciada por los mass media propiciando
una cultura de masas, el descontento social fue incrementándose desde
movimientos estudiantiles, luego sumándose organizaciones obreras que comienzan
a deslegitimar a las cúpulas sindicales de la CGT (http://www.cgt.fr/)
y un régimen personalista en la figura del General De Gaulle que comienza a
incrementar sus acciones represivas sobre la población, la inacción de algunas
estructuras políticas de izquierda, como el Partido Comunista, es suponer todos
alineados con las expresiones de derecha con el propósito de sostener una guerra
colonial tras una supuesta Argelia francesa.
Transitar un mayo argentino, que se muestra complaciente,
mediatizado, en supuesto orden, con una cultura de masas “consensuada”, con un
juego de roles entre mass medias y Política que instalan una
trama cotidiana que pareciera ser funcional a ambos intereses, donde se
incentiva el consumo como sacramento para la salvación eterna, porque si a
nuestros ricos les va bien, a los trabajadores nos irá bien, la proyección continuada
de viejos capítulos emotivos que anidan en nuestro inconsciente colectivo, las
gestas heroicas emancipadoras, Malvinas, YPF, el fútbol, el sofismo encubierto
en el concepto de Estado que alguna vez supimos conocer, en fin, este orden,
ésta calma, me sugiere un tiempo que sucede y no está siendo contado. Veo cifras
por todos lados, que refieren a macroeconomía, empresas, consumos, producción,
recaudación, etc, pero sigo buscando las cifras de mi gente, estadísticas en
educación, inflación, programas de viviendas, accesos a los créditos
hipotecarios, niveles de endeudamientos de los ciudadanos en manos de los
bancos, niveles de nutrición, coberturas médicas de la población, gestión de hospitales
públicos, etc.
Este mayo argentino se empacó en querer pasar desapercibido,
bajo la unísona versión personalista del poder que dictamina la vida de los
ciudadanos, mientras sostiene una cruzada apocalíptica contra los dioses del
mal cual guerra de dioses de la nueva mitología argentina. Mientras la clase
obrera, dícese privilegiada de éste régimen, cada vez menos organizada, mas
dividida.
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